Artículo de Divulgación Filosófica- publicada en la edición de Marzo 2021- Revista CABA- Daniel Caballero. Treinta y tres- Uruguay.
Liceo Departamental de Treinta y tres. Filosofía 2do Bach. Año 2018. Prof: Adriana Silvera.
Ficha 5- Epistemología- Filosofía de la ciencia.
SAMIR OKASHA
“UNA BREVÍSIMA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA”, EDITORIAL OCÉANO DE MÉXICO, S.A. 2007 (Tradujo JOSÉ MARIA FÁBREGAS PUIG de la edición original en inglés de Oxford University Press)
¿Qué es la ciencia? Esta pregunta parece fácil de responder: todos saben que materias como la física, la química y la biología son ciencia, mientras que disciplinas como el arte, la música y la teología no lo son. Pero cuando, como filósofos, preguntamos qué es la ciencia, ésta no es la clase de respuesta que buscamos. No preguntamos por una simple lista de las actividades englobadas dentro del término "ciencia". Más bien buscamos el rasgo que comparten todas las materias listadas; es decir, qué es lo que hace de algo una ciencia. Entendida de esta manera, la pregunta no es tan trivial.
Aun así, podría seguirse pensando que la pregunta es sencilla. ¿De verdad es la ciencia el intento de comprender, explicar y predecir el mundo en que vivimos? Ciertamente, ésta es una respuesta razonable. Sin embargo, ¿aquí termina la historia? Después de todo, las diversas religiones también pretenden comprender y explicar el mundo, si bien la religión no se considera una rama de la ciencia. De manera similar, la astrología y la adivinación son intentos de predecir el futuro, pero la gente no describiría estas actividades como ciencia.
Muchas personas creen que las características distintivas de la ciencia residen en los métodos particulares que los científicos emplean para investigar el mundo. Esta idea es muy razonable, porque muchas ciencias utilizan métodos de estudio que no se encuentran en las disciplinas no científicas. Un ejemplo obvio son los experimentos, que históricamente marcan un punto nodal en el desarrollo de la ciencia moderna. Sin embargo, no todas las ciencias son experimentales: los astrónomos no pueden experimentar en los cielos, y deben conformarse con la observación cuidadosa. Lo mismo ocurre con diversas ciencias sociales. Otro rasgo importante de la ciencia es la construcción de teorías. Los científicos no sólo registran los resultados de la experimentación y la observación, sino que explican esos resultados en términos de una teoría general. Esto no siempre es fácil de realizar, si bien ha habido éxitos sorprendentes. Uno de los problemas clave de la filosofía de la ciencia es comprender por qué algunas técnicas como la experimentación, la observación y la construcción de teorías han permitido a los científicos develar muchos de los secretos de la naturaleza.
Alan F. CHALMERS ¿QUÉ ES ESA COSA LLAMADA CIENCIA?, Siglo XXI Editores, Argentina, 1988.
El Problema de la Inducción.
Mi versión del principio de inducción dice así: «Si en una gran variedad de condiciones se observa una gran cantidad de A y todos los A observados, sin excepción, poseen la propiedad B, entonces todos los A poseen la propiedad B». Este principio, o algo muy parecido, es el principio básico en el que se basa la ciencia, si se acepta la postura inductivista ingenua. A la vista de esto, una cuestión obvia con la que se enfrenta el inductivista es: «¿Cómo se puede justificar el principio de inducción?».¿por qué el razonamiento inductivo conduce al conocimiento científico fiable e incluso verdadero? Al inductivista se le abren dos vías de acercamiento al problema para intentar responder a esta cuestión. Podría tratar de justificar el principio apelando a la lógica, recurso que admitimos francamente, o podría intentar justificar el principio apelando a la experiencia. Examinemos sucesivamente estas dos posibilidades.
Las argumentaciones lógicas válidas se caracterizan por el hecho de que, si la premisa de la argumentación es verdadera, entonces la conclusión debe ser verdadera. Las argumentaciones deductivas poseen ese carácter. El principio de inducción estaría de seguro justificado si las argumentaciones inductivas también lo poseyeran, pero no es así. Las argumentaciones inductivas no son argumentaciones lógicamente válidas. No se da el caso de que, si las premisas de una inferencia inductiva son verdaderas, entonces la conclusión deba ser verdadera. Es posible que la conclusión de una argumentación inductiva sea falsa y que sus premisas sean verdaderas sin que ello suponga una contradicción. Supongamos, por ejemplo, que hasta la fecha haya observado una gran cantidad de cuervos en una amplia variedad de circunstancias y que haya observado que todos ellos han sido negros y, basándome en eso, concluyo: «Todos los cuervos son negros». Esta es una inferencia inductiva perfectamente lícita. Las premisas de esta inferencia son un gran número de enunciados del tipo: «Se observó que el cuervo x era negro en el momento t» y consideramos que todos eran verdaderos. Pero no hay ninguna garantía lógica de que el siguiente cuervo que observe no sea rosa. Si éste fuera el caso, entonces «Todos los cuervos son negros» sería falso. Esto es, la inferencia inductiva inicial, que era lícita en la medida en que satisfacía los criterios especificados por el principio de inducción, habría llevado a una conclusión falsa, a pesar de que todas las premisas de la inferencia fueran verdaderas. No supone ninguna contradicción lógica afirmar que todos los cuervos observados han resultado ser negros y también que no todos los cuervos son negros. La inducción no se puede justificar sobre bases estrictamente lógicas.
Un ejemplo de la cuestión, más interesante, aunque bastante truculento, lo constituye la explicación de la historia del pavo inductivista por Bertrand Russell.
El principio de inducción no se puede justificar simplemente apelando a la lógica. Dado este resultado, parecería que el inductivista, según su propio punto de vista, está ahora obligado a indicar cómo se puede derivar de la experiencia el principio de inducción. ¿Cómo sería una derivación semejante? Probablemente, sería algo así:
Se ha observado que la inducción funciona en un gran número de ocasiones. Por ejemplo, las leyes de la óptica, derivadas por inducción de los resultados de los experimentos de laboratorio, se han utilizado en numerosas ocasiones para diseñar instrumentos ópticos y estos instrumentos han funcionado de modo satisfactorio. Asimismo, las leyes del movimiento planetario, derivadas de observaciones de las posiciones de los planetas, etc., se han empleado con éxito para predecir eclipses. Se podría ampliar esta lista con informes de explicaciones y predicciones posibilitadas por leyes y teorías científicas derivadas inductivamente. De este modo, se justifica el principio de inducción.
La anterior justificación de la inducción es completamente inaceptable, como ya demostrara David Hume a mediados del s. XVIII. La argumentación que pretende justificar la inducción es circular ya que emplea el mismo tipo de argumentación inductiva cuya validez se supone que necesita justificación. La forma de la argumentación justificatoria es la siguiente:
El principio de inducción funcionó con éxito en la ocasión x1.
El principio de inducción funcionó con éxito en la ocasión x2.
etcétera.
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El principio de inducción funciona siempre.
Aquí se infiere un enunciado universal que afirma la validez del principio de inducción a partir de cierta cantidad de enunciados singulares que registran aplicaciones con éxito del principio en el pasado. Por lo tanto, la argumentación es inductiva y, no se puede, pues, utilizar para justificar el principio de inducción. No podemos utilizar la inducción para justificar la inducción. Esta dificultad, que va unida a la justificación de la inducción, ha sido denominada tradicionalmente «el problema de la inducción».
¿Cuántas observaciones constituyen un gran número? ¿Cuántas veces hay que calentar una barra de metal, diez veces, cien veces, antes de que podamos concluir que siempre se dilata al ser calentada? Sea cual fuere la respuesta a esta cuestión, se pueden presentar ejemplos que hagan dudar de la invariable necesidad de un gran número de observaciones. Para ilustrar esta cuestión, me referiré a la fuerte reacción pública en contra de la guerra nuclear que siguió al lanzamiento de la primera bomba atómica en Hiroshima al final de la segunda guerra mundial. Esta reacción se basaba en la constatación de que las bombas atómicas originan destrucción y muerte por doquier y un enorme sufrimiento humano. Y, no obstante, esta creencia generalizada se basaba en una sola y dramática observación. Del mismo modo, un inductivista muy terco tendría que poner su mano en el fuego muchas veces antes de concluir que el fuego quema. En circunstancias como éstas, la exigencia de un gran número de observaciones parece inapropiada. En otras situaciones la exigencia parece más plausible. Por ejemplo, estaríamos justificadamente poco dispuestos a atribuir poderes sobrenaturales a un adivino basándonos en una sola predicción correcta. Y tampoco sería justificable concluir una conexión causal entre fumar y el cáncer de pulmón basándonos en la evidencia de un solo fumador empedernido que contraiga la enfermedad. Creo que está claro en estos ejemplos que, si el principio de inducción ha de ser una guía de lo que se considere una lícita inferencia científica, entonces hay que matizar con cierto cuidado la cláusula del «gran número».
Además, la postura inductivista ingenua se ve amenazada cuando se examina en detalle la exigencia de que se efectúen las observaciones en una amplia variedad de circunstancias. ¿Qué se ha de considerar como variación significativa en las circunstancias? Por ejemplo, cuando se investiga el punto de ebullición del agua ¿es necesario variar la presión, la pureza del agua, el método de calentamiento y el momento del día? La respuesta a las dos primeras sugerencias es «sí» y a las dos segundas «no». Pero, ¿en qué nos basamos para dar estas respuestas? Esta cuestión es importante porque la lista de variaciones se puede extender indefinidamente añadiendo una variedad de variaciones adicionales tales como el color del recipiente, la identidad del experimentador, la situación geográfica, etc. A menos que se puedan eliminar esas variaciones «superfluas», el número de variaciones necesarias para hacer una lícita inferencia inductiva será infinitamente grande. ¿Sobre qué base, pues, se considera superflua una gran cantidad de variaciones?
LA OBSERVACION DEPENDE DE LA TEORIA
Se criticará el estatus y el papel que desempeña la propia observación.
El inductivismo ingenuo tiene dos supuestos en relación a la observación, ambos falsos:
1) La ciencia comienza con la observación.
2) La observación da una base segura para derivar el conocimiento.
1) Se sabe que dos personas que observen el mismo objeto desde el mismo lugar y en las mismas circunstancias no tienen necesariamente idénticas experiencias visuales, aunque las imágenes que se produzcan en sus retinas sean prácticamente idénticas. Lo que un observador ve depende en parte de su cultura (su experiencia, sus expectativas, sus conocimientos) y su estado general. Se suma a esto el hecho de que las teorías preceden a los enunciados observacionales, es decir, los enunciados observacionales se hacen en el lenguaje de alguna teoría. Por lo tanto, es falso que la ciencia comienza con la observación.
2) Los enunciados observacionales son tan falibles como las teorías que suponen y por lo tanto el hecho de ser base completamente segura sobre la cual edificar leyes y teorías científicas es erróneo.
Para establecer la validez de un enunciado observacional es necesario apelar a la teoría; las observaciones siempre se realizan a la luz de alguna teoría.
Esta postura es contraria a la que sostienen los inductivistas, que ven en la observación la fuente del conocimiento.
INTRODUCCIÓN DEL FALSACIONISMO
Para los falsacionistas, la teoría guía la observación y, por lo tanto, la presupone. Conciben a las teorías como suposiciones provisionales, que deberán ser corroboradas por la observación y la experimentación. De no pasar la prueba, habrá que refutarlas y reemplazarlas por otras. Si bien no se puede decir que una teoría sea verdadera, sí se puede afirmar que es la mejor que se dispone. La ciencia avanza en virtud de conjeturas y refutaciones.
La CIENCIA es considerada como un conjunto de hipótesis -que deberán ser probadas- para explicar o describir aspectos del mundo. Si bien no todas las hipótesis pueden hacerlo, TODAS deben ser FALSABLES, es decir, susceptibles de ser falsadas. No hay que confundir hipótesis falsas con hipótesis falsables.
Una hipótesis es falsable si existe un enunciado observacional o un conjunto de ellos lógicamente posibles que sean incompatibles con ella, es decir, que, en caso de ser verdaderos, falsarían la hipótesis. Ej.: La afirmación “Los lunes nunca llueve” es falsable porque se puede falsar al observar que un día lunes llueve. Hay enunciados que no son falsables directamente, como por ejemplo el que dice “O llueve o no llueve” dado que ningún enunciado observacional lógicamente posible puede refutarlo. Karl Popper es un representante del falsacionismo.
Para el falsacionismo el PROGRESO DE LA CIENCIA se da ante el planteamiento de problemas. Con el objetivo de solucionar los mismos, se formularán hipótesis falsables. Estas hipótesis deberán ser criticadas y comprobadas. Resultará que algunas de ellas deberán ser eliminadas (dado que fueron falsadas) y otras, puede que resistan las primeras evaluaciones, pero deberán seguir sometiéndose a críticas y pruebas cada vez más rigurosas. Aquéllas hipótesis rechazadas o falsadas tras superar varias pruebas rigurosas, vendrán a plantear un nuevo problema el cual está alejado del problema original ya resuelto. Este nuevo problema surgido exige la formulación de nuevas hipótesis que requieren a su vez probarse, y así indefinidamente se da el proceso de construcción de la ciencia.
Si bien nunca se puede decir que una teoría sea verdadera –pese a haber superado múltiples pruebas- sí se puede decir que sea superior a otras, en virtud de haber superado pruebas que las teorías antecesoras falsaron. Se debe tener en cuenta que los problemas que se plantean, siempre se hacen a la luz de alguna teoría, y no de la observación como sostienen los inductivistas.
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