Artículo de Divulgación Filosófica- publicada en la edición de Marzo 2021- Revista CABA- Daniel Caballero. Treinta y tres- Uruguay.
Artículo de Divulgación Filosófica- publicada en la edición de Marzo 2021-
Revista CABA- Daniel Caballero. Treinta y tres- Uruguay.
Alétheia
“Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla. En medio del patio de ese cuartel había un banquito, junto al banquito un soldado hacía la guardia. Nadie sabía por qué se hacía la guardia del banquito; la guardia del banquito se hacía porque se hacía, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales trasmitían la orden y los soldados obedecían, nunca nadie dudó, nuca nadie preguntó. Si así se había hecho y siempre se hacía por algo sería. Y siguió siendo así hasta no sé qué general o coronel quiso conocer la orden oficial; hubo que revolver a fondo los archivos y después de mucho hurgar se supo: hacía treinta y un año, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que nadie se le ocurriera sentarse sobre la pintura”
Fragmento de El libro de los abrazos de Eduardo Galeano.
Seguramente el final de la historia les haya generado risa, sorpresa o quizás pensaron “qué sigue de esto” “¿terminó ahí?’ “qué tontería” “que estúpidos fueron!!” “¿Cómo nadie se dio cuenta o cuestionó antes esa orden?” “Qué pérdida de tiempo” Pueden imaginar o calcular cuánto tiempo se perdió en hacer otra actividad, además de tener que soportar inclemencias de todo tipo, como lluvia, viento, sol, montando la guardia a un banco por causa de una orden oficial (desconocida).
Pueden sugerir la idea que como orden oficial hay que respetarla, porque mantiene el clima justo, además todos deben seguirla por tradición, porque está planteado así y ya nada se puede hacer, la emitió el coronel mayor, por algo será. Cada lector dará la explicación o sustento que mejor encuentre pertinente y que la justifique, o por el contrario tendrá insumos para cuestionarla. Sin duda sientan la necesidad de optar por alguna de estas, o las defiendan. Solemos pensar que la razonabilidad está detrás de cada idea, de cada acción, costumbre, pensamiento, realidad, incluso aunque tengamos evidencias de que no es así.
Analicemos el relato de Galeano: es un cuartel; se emitió una orden; las personas del cuartel la recibían y tenían el deber de cumplirla; la cumplían sin conocimiento, sin preguntar. Podemos pensar que al principio la orden se sostenía con sentido, o que era razonable por la pintura fresca... aunque también se puede pensar y sugerir que más económico es poner un cartel. Pero después de secarse la pintura dejó de ser razonable seguir sosteniendo la orden por carecer de objetivo, lo que sucedió durante 31 años y 2 meses después.
Esto puede explicarse en el contexto: no se deben cuestionar las órdenes, solo acatarlas. O puede pensarse que, para ellos, los soldados, era mas fácil acatar, bajo el pensamiento que no resulta nada molesto o pesado estar parados al lado de un banco por un turno, se cumple con la labor y no hay nada malo en eso.
El punto es que la vigencia de la orden, las razones que sustentan la orden del oficial, duró lo que tardó en secarse la pintura, asumimos 4 días como mucho. Ahora bien, la orden se extendió por 31 años, 2 meses ... ¿qué pasó? La razón, en sí misma, se impone como argumento, como una especie de saber conviccionado, no sabemos qué razones hay, pero las hay, debe haber y de las buenas.
Valoramos las razones. Decimos “estas son buenas razones” “estas malas razones” pero, quién se ha puesto a pensar qué es una buena razón. Y no refiero al plano ético, es decir, en términos de bondad o maldad, es incorrecto decirlo así. Me refiero a criterios epistemológicos, gnoseológico: lo referido al conocimiento y al fundamento de lo que sabemos o damos por cierto. ¿Qué es una buena razón? En qué se fundan las razones que damos, las que refutamos, las que exigimos; porqué debo dar razones, qué hacer con tantas razones ocultas de fondo si no sé buscarlas para evaluarlas críticamente...
Volviendo a Galeano y a la situación de la guardia del banquito, recuerden que aparece un desconocido coronel que quiso conocer la orden; sin duda que tuvo el poder, la jerarquía y la posibilidad de hacerlo. Quizás le tocó en su período de acenso hacer la guardia y preguntarse por qué lo hacía, y en cuanto halló la posibilidad de investigar lo hizo. Sintió curiosidad, no indiferencia. Podía haber seguido con sus nuevas actividades de coronel, porque ya no le tocaría hacer la guardia, sin embargo, aprovechó su lugar y se movilizó frente a las dificultades para encontrar la verdad del hecho, la razón detrás de la orden, que ya era una cuestión de ritual sin justificación más que “por algo se hará”, no fue fácil, recuerden que debió hurgar a fondo los archivos desde le presente hasta los de hace 31 años, 2 meses y 4 días atrás.
¿Valió la pena?
Les contaré otra historia...
El término “crítico” está muy trillado, y como todo lo trillado empieza a oler mal...me gusta esta historia, porque trasforma a la muy trillada “actividad critica” en una acción muy noble, al igual que humilde y necesariamente vital en sus múltiples aplicaciones.
Va la historia: el término “critikós” se aplicaba o designaba una actividad, muy antigua y vital. El crítico era el que tenía el conocimiento y la capacidad o habilidad de discriminar entre las semillas que se guardaban para sembrar, determinaba cuáles eran fértiles y cuales no-fértiles, por tanto, tenía en sus manos y en su responsabilidad, la posibilidad de sobrellevar los tiempos difíciles con buena cosecha junto a su tribu, o la de generar la hambruna por no cosechar lo suficiente. No había supermercados, no había agricultura sistematizada ni en masa...y mucho menos pedidos a domicilio. Era sembrar lo adecuado para poder cosechar y complementar la caza, o morir. Es una tarea noble la del crítico, no por asegurar la vida en sí, sino porque provee de buenas bases para lograr mejores cosas. No estamos hablando hoy de vida orgánica, sino de vida mental, intelectual, anímica...de espíritu.
Si no sabemos discriminar lo verdadero de lo falso, lo razonable de lo no razonable, lo vigente de lo que ya caducó, vamos lentamente muriendo, plantamos las semillas equivocadas, las dejamos a suerte o malos criterios, nuestra mente se acostumbra a aceptar ideas, costumbres, creencias, prejuicios que ya carecen de sentido, de razón, pero que tradicionalmente se trasmiten, y como soldados en cuartel de Sevilla obedecemos.
¿Basta que nos diga que contamos con libertad de pensamiento, o además debemos hacer uso voluntario y razonable de esa libertad, siendo críticos con las ideas, con las costumbre y prejuicios de nuestra época y de nuestra cultura? Lograr la autonomía genuina y claridad en el pensamiento es vital como separar las semillas que vamos a sembrar.
En el súper encuentro todo lo que alimenta mi cuerpo, en la farmacia lo que lo puede curar, en internet la información que quiera tener, pero dónde encuentro el cuidado de mi mente, de mi intelecto, dónde garantizo mi propia libertad de pensamiento, en un escenario en el cual se dictaminan verdades por doquier...
¿Cuántas ideas, costumbres, nociones, hábitos, acciones y creencias admitimos o hemos admitido como los soldados en el cuartel de Sevilla? Ahora los podemos pensar... seguiremos en ese lugar o ascenderemos.
Mi nombre es Adriana Silvera, soy docente de Filosofía, vivo en Treinta y tres desde el año 2011, donde ejerzo la docencia como profesora de Filosofía. En esta oportunidad usaré este espacio como invitada para compartir con ustedes algunas ideas que hacen a mi campo de trabajo y conocimiento e invitarlos a seguir en comunicación reflexiva. En esta edición, que llamo Alétheia, propuse pensar sobre la verdad y el valor de ser críticos.
Si quieren hacer un comentario sobre mi publicación pueden hacerlo a mis contactos: Email: adrianasilvera01@gmail.com- Cel: 095 153 652
Por muchas ediciones más: Salud!
Adriana Silvera.
Prof Filosofía.
Comentarios
Publicar un comentario