Artículo de Divulgación Filosófica- publicada en la edición de Marzo 2021- Revista CABA- Daniel Caballero. Treinta y tres- Uruguay.
Liceo Departamental de Treinta y tres. Filosofía 2do Bach. Año 2017. Prof: Adriana Silvera.
Ficha 4- Filosofía de la
ciencia.
SAMIR OKASHA
“UNA BREVÍSIMA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE
LA CIENCIA”, EDITORIAL OCÉANO DE MÉXICO, S.A. 2007 (Tradujo JOSÉ MARIA FÁBREGAS
PUIG de la edición original en inglés de Oxford University Press)
¿Qué es la ciencia? Esta pregunta parece fácil de
responder: todos saben que materias como la física, la química y la biología
son ciencia, mientras que disciplinas como el arte, la música y la teología no
lo son. Pero cuando, como filósofos, preguntamos qué es la ciencia, ésta no es
la clase de respuesta que buscamos. No preguntamos por una simple lista de las
actividades englobadas dentro del término "ciencia". Más bien
buscamos el rasgo que comparten todas las materias listadas; es decir, qué es
lo que hace de algo una ciencia. Entendida de esta manera, la pregunta no es
tan trivial.
Aun así, podría seguirse pensando que la pregunta es
sencilla. ¿De verdad es la ciencia el intento de comprender, explicar y
predecir el mundo en que vivimos? Ciertamente, ésta es una respuesta razonable.
Sin embargo, ¿aquí termina la historia? Después de todo, las diversas
religiones también pretenden comprender y explicar el mundo, si bien la
religión no se considera una rama de la ciencia. De manera similar, la
astrología y la adivinación son intentos de predecir el futuro, pero la gente
no describiría estas actividades como ciencia.
Muchas personas creen que las características
distintivas de la ciencia residen en los métodos particulares que los
científicos emplean para investigar el mundo. Esta idea es muy razonable,
porque muchas ciencias utilizan métodos de estudio que no se encuentran en las
disciplinas no científicas. Un ejemplo obvio son los experimentos, que
históricamente marcan un punto nodal en el desarrollo de la ciencia moderna.
Sin embargo, no todas las ciencias son experimentales: los astrónomos no pueden
experimentar en los cielos, y deben conformarse con la observación cuidadosa.
Lo mismo ocurre con diversas ciencias sociales. Otro rasgo importante de la
ciencia es la construcción de teorías. Los científicos no sólo registran los
resultados de la experimentación y la observación, sino que explican esos
resultados en términos de una teoría general. Esto no siempre es fácil de
realizar, si bien ha habido éxitos sorprendentes. Uno de los problemas clave de
la filosofía de la ciencia es comprender por qué algunas técnicas como la
experimentación, la observación y la construcción de teorías han permitido a
los científicos develar muchos de los secretos de la naturaleza.
Alan F. CHALMERS ¿QUÉ
ES ESA COSA LLAMADA CIENCIA?, Siglo XXI Editores, Argentina, 1988.
El Problema de la
Inducción.
Mi versión del principio
de inducción dice así: «Si en una gran
variedad de condiciones se observa una gran cantidad de A y todos los A
observados, sin excepción, poseen la propiedad B, entonces todos los A poseen
la propiedad B». Este principio, o algo muy parecido, es el principio
básico en el que se basa la ciencia, si se acepta la postura inductivista
ingenua. A la vista de esto, una cuestión obvia con la que se enfrenta el
inductivista es: «¿Cómo se puede
justificar el principio de inducción?».¿por qué el razonamiento inductivo
conduce al conocimiento científico fiable e incluso verdadero? Al inductivista
se le abren dos vías de acercamiento al problema para intentar responder a esta
cuestión. Podría tratar de justificar el principio apelando a la lógica, recurso que admitimos francamente, o podría
intentar justificar el principio apelando
a la experiencia. Examinemos sucesivamente estas dos posibilidades.
Las argumentaciones lógicas válidas
se caracterizan por el hecho de que, si la premisa de la argumentación es
verdadera, entonces la conclusión debe ser verdadera. Las argumentaciones
deductivas poseen ese carácter. El principio de inducción estaría de seguro
justificado si las argumentaciones inductivas también lo poseyeran, pero no es
así. Las argumentaciones inductivas no son argumentaciones lógicamente válidas.
No se da el caso de que, si las premisas de una inferencia inductiva son
verdaderas, entonces la conclusión deba ser verdadera. Es posible que la
conclusión de una argumentación inductiva sea falsa y que sus premisas sean
verdaderas sin que ello suponga una contradicción. Supongamos, por ejemplo, que
hasta la fecha haya observado una gran cantidad de cuervos en una amplia variedad
de circunstancias y que haya observado que todos ellos han sido negros y,
basándome en eso, concluyo: «Todos los cuervos son negros». Esta es una
inferencia inductiva perfectamente lícita. Las premisas de esta inferencia son
un gran número de enunciados del tipo: «Se observó que el cuervo x era negro en
el momento t» y consideramos que todos eran verdaderos. Pero no hay ninguna
garantía lógica de que el siguiente cuervo que observe no sea rosa. Si éste
fuera el caso, entonces «Todos los cuervos son negros» sería falso. Esto es, la
inferencia inductiva inicial, que era lícita en la medida en que satisfacía los
criterios especificados por el principio de inducción, habría llevado a una
conclusión falsa, a pesar de que todas las premisas de la inferencia fueran
verdaderas. No supone ninguna contradicción lógica afirmar que todos los
cuervos observados han resultado ser negros y también que no todos los cuervos
son negros. La inducción no se puede justificar sobre bases estrictamente
lógicas.
Un ejemplo de la cuestión,
más interesante, aunque bastante truculento, lo constituye la explicación de la
historia del pavo inductivista por Bertrand Russell.
El principio de inducción no se puede justificar simplemente apelando a
la lógica. Dado este resultado, parecería que el inductivista, según su
propio punto de vista, está ahora obligado a indicar cómo se puede derivar de
la experiencia el principio de inducción. ¿Cómo sería una derivación semejante?
Probablemente, sería algo así:
Se ha observado que la inducción funciona en
un gran número de ocasiones. Por ejemplo, las leyes de la óptica, derivadas por
inducción de los resultados de los experimentos de laboratorio, se han
utilizado en numerosas ocasiones para diseñar instrumentos ópticos y estos
instrumentos han funcionado de modo satisfactorio. Asimismo, las leyes del
movimiento planetario, derivadas de observaciones de las posiciones de los
planetas, etc., se han empleado con éxito para predecir eclipses. Se podría
ampliar esta lista con informes de explicaciones y predicciones posibilitadas
por leyes y teorías científicas derivadas inductivamente. De este modo, se
justifica el principio de inducción.
La anterior justificación
de la inducción es completamente inaceptable, como ya demostrara David Hume a
mediados del s. XVIII. La argumentación que pretende justificar la inducción es
circular ya que emplea el mismo tipo de argumentación inductiva cuya validez se
supone que necesita justificación. La forma de la argumentación justificatoria
es la siguiente:
El principio de inducción
funcionó con éxito en la ocasión x1.
El principio de inducción
funcionó con éxito en la ocasión x2.
etcétera.
_______________________________________________
El principio de inducción
funciona siempre.
Aquí se infiere un
enunciado universal que afirma la validez del principio de inducción a partir
de cierta cantidad de enunciados singulares que registran aplicaciones con
éxito del principio en el pasado. Por lo tanto, la argumentación es inductiva
y, no se puede, pues, utilizar para justificar el principio de inducción. No podemos utilizar la inducción para
justificar la inducción. Esta dificultad, que va unida a la justificación de la
inducción, ha sido denominada tradicionalmente «el problema de la inducción».
¿Cuántas observaciones constituyen
un gran número? ¿Cuántas veces hay que calentar una barra de metal, diez veces,
cien veces, antes de que podamos concluir que siempre se dilata al ser
calentada? Sea cual fuere la respuesta a esta cuestión, se pueden presentar
ejemplos que hagan dudar de la invariable necesidad de un gran número de
observaciones. Para ilustrar esta cuestión, me referiré a la fuerte reacción
pública en contra de la guerra nuclear que siguió al lanzamiento de la primera
bomba atómica en Hiroshima al final de la segunda guerra mundial. Esta reacción
se basaba en la constatación de que las bombas atómicas originan destrucción y
muerte por doquier y un enorme sufrimiento humano. Y, no obstante, esta
creencia generalizada se basaba en una sola y dramática observación. Del mismo
modo, un inductivista muy terco tendría que poner su mano en el fuego muchas
veces antes de concluir que el fuego quema. En circunstancias como éstas, la
exigencia de un gran número de observaciones parece inapropiada. En otras
situaciones la exigencia parece más plausible. Por ejemplo, estaríamos
justificadamente poco dispuestos a atribuir poderes sobrenaturales a un adivino
basándonos en una sola predicción correcta. Y tampoco sería justificable
concluir una conexión causal entre fumar y el cáncer de pulmón basándonos en la
evidencia de un solo fumador empedernido que contraiga la enfermedad. Creo que
está claro en estos ejemplos que, si el principio de inducción ha de ser una
guía de lo que se considere una lícita inferencia científica, entonces hay que
matizar con cierto cuidado la cláusula del «gran número».
Además, la postura
inductivista ingenua se ve amenazada cuando se examina en detalle la exigencia
de que se efectúen las observaciones en una amplia variedad de circunstancias.
¿Qué se ha de considerar como variación significativa en las circunstancias?
Por ejemplo, cuando se investiga el punto de ebullición del agua ¿es necesario
variar la presión, la pureza del agua, el método de calentamiento y el momento
del día? La respuesta a las dos primeras sugerencias es «sí» y a las dos
segundas «no». Pero, ¿en qué nos basamos para dar estas respuestas? Esta
cuestión es importante porque la lista de variaciones se puede extender
indefinidamente añadiendo una variedad de variaciones adicionales tales como el
color del recipiente, la identidad del experimentador, la situación geográfica,
etc. A menos que se puedan eliminar esas variaciones «superfluas», el número de
variaciones necesarias para hacer una lícita inferencia inductiva será
infinitamente grande. ¿Sobre qué base, pues, se considera superflua una gran
cantidad de variaciones?
LA OBSERVACION DEPENDE DE LA TEORIA
Se criticará el estatus y el papel que
desempeña la propia observación.
El inductivismo ingenuo tiene dos supuestos en relación a la
observación, ambos falsos:
1)
La ciencia comienza con la observación.
2)
La observación da una base segura para derivar el conocimiento.
1) Se sabe que dos personas que observen
el mismo objeto desde el mismo lugar y en las mismas circunstancias no tienen
necesariamente idénticas experiencias visuales, aunque las imágenes que se
produzcan en sus retinas sean prácticamente idénticas. Lo que un observador ve
depende en parte de su cultura (su experiencia, sus expectativas, sus
conocimientos) y su estado general. Se suma a esto el hecho de que las teorías
preceden a los enunciados observacionales, es decir, los enunciados
observacionales se hacen en el lenguaje de alguna teoría. Por lo tanto, es
falso que la ciencia comienza con la observación.
2)
Los enunciados observacionales son tan falibles como las teorías que suponen
y por lo tanto el hecho de ser base completamente segura sobre la cual edificar
leyes y teorías científicas es erróneo.
Para establecer la validez de un
enunciado observacional es necesario apelar a la teoría; las observaciones
siempre se realizan a la luz de alguna teoría.
Esta postura es contraria a la que sostienen
los inductivistas, que ven en la observación la fuente del conocimiento.
INTRODUCCIÓN DEL FALSACIONISMO
Para los
falsacionistas, la teoría guía la observación y, por lo tanto, la presupone.
Conciben a las teorías como suposiciones provisionales, que deberán ser
corroboradas por la observación y la experimentación. De no pasar la prueba,
habrá que refutarlas y reemplazarlas por otras. Si bien no se puede decir que una
teoría sea verdadera, sí se puede afirmar que es la mejor que se dispone. La
ciencia avanza en virtud de conjeturas y refutaciones.
La CIENCIA es
considerada como un conjunto de hipótesis -que deberán ser probadas- para
explicar o describir aspectos del mundo. Si bien no todas las hipótesis pueden
hacerlo, TODAS deben ser FALSABLES, es decir, susceptibles de ser falsadas. No
hay que confundir hipótesis falsas con hipótesis falsables.
Una hipótesis
es falsable si existe un enunciado observacional o un conjunto de ellos
lógicamente posibles que sean incompatibles con ella, es decir, que, en caso de
ser verdaderos, falsarían la hipótesis. Ej.: La afirmación “Los lunes nunca
llueve” es falsable porque se puede falsar al observar que un día lunes llueve.
Hay enunciados que no son falsables directamente, como por ejemplo el que dice
“O llueve o no llueve” dado que ningún enunciado observacional lógicamente
posible puede refutarlo. Karl Popper es
un representante del falsacionismo.
Para el
falsacionismo el PROGRESO DE LA CIENCIA se da ante el planteamiento de
problemas. Con el objetivo de solucionar los mismos, se formularán hipótesis
falsables. Estas hipótesis deberán ser criticadas y comprobadas. Resultará que
algunas de ellas deberán ser eliminadas (dado que fueron falsadas) y otras,
puede que resistan las primeras evaluaciones, pero deberán seguir sometiéndose
a críticas y pruebas cada vez más rigurosas. Aquéllas hipótesis rechazadas o
falsadas tras superar varias pruebas rigurosas, vendrán a plantear un nuevo
problema el cual está alejado del problema original ya resuelto. Este nuevo
problema surgido exige la formulación de nuevas hipótesis que requieren a su
vez probarse, y así indefinidamente se da el proceso de construcción de la
ciencia.
Si bien nunca se puede decir que una teoría sea
verdadera –pese a haber superado múltiples pruebas- sí se puede decir que sea
superior a otras, en virtud de haber superado pruebas que las teorías antecesoras
falsaron. Se debe tener en cuenta que los problemas que se plantean, siempre se
hacen a la luz de alguna teoría, y no de la observación como sostienen los
inductivistas.
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